lunes, 14 de abril de 2008

Noche de Brujas


Desde tiempos inmemoriales, desde que el ser humano hace su aparición en este mundo, el rol femenino en la sociedad ha sufrido variaciones interesantes e, incluso, increíbles.
Así, por ejemplo, se habla de una etapa no registrada en los anales históricos, pero que se puede rastrear al través de las diferentes formas de organización social y familiar que la humanidad ha generado. Etapa a la que también se le puede seguir la pista en los mitos y leyendas que se han transmitido de boca en boca y que, finalmente, llegan a la historia a través de las obras artísticas como es el caso de la tragedia "Edipo Rey" que, aunque escrita por Sófocles, se basa en los mas antiquísimos relatos acerca de un mundo organizado de manera tan diferente al que entonces conocían los griegos y diferente, por supuesto, al mundo social en el que hoy vivimos.
De acuerdo con Federico Engels, la familia que hoy conocemos como tal, sacralizada por la tradición judeocristiana, no siempre ha sido así. Y sin entrar en detalles al respecto, solo rescataremos, para los propósitos de este escrito, lo referente al papel de la mujer en ese orden social hoy inexistente. Apoyado en los descubrimientos del antropólogo Morgan, Engels nos conduce a la explicación material de como fue posible la construcción de una forma de organización social que tenía como eje nada mas y nada menos que a la mujer, organización social llamada matriarcado. Para no entrar en los detalles que asustaron a los mismísimos antropólogos que la descubrieron, diremos solamente que en la sociedad matriarcal los aspectos fundamentales para caracterizar una familia, como es el caso del parentesco, giraban alrededor de la mujer. Es decir, los lazos de consaguinidad como hermano, hermana, etc., dependían de la mujer y no del hombre.
Este hecho social, hacía que por lo tanto, otros muchos hechos sociales y naturales se explicaran desde la óptica de una sociedad matriarcal, desde un punto de vista donde lo femenino era lo socialmente aceptado porque lo social era producto de lo femenino. ¿Por qué era esto así?, pues por que, por ejemplo, el parto, fenómeno natural a través del cual la sociedad se reproducía, era un fenómeno fundamental que implicaba la explicación de la maternidad. Sin embargo, este hecho dejaba oculto el papel del hombre en la procreación, de manera que la paternidad era socialmente inexistente. Por eso los códigos que regulan la vida familiar y social en el matriarcado, giran en torno de la mujer y no del hombre.
Esto que Morgan descubre al estudiar las sociedades mas antiguas y menos desarrolladas, se expresa en Edipo Rey cuando a la hora en que los dioses deliberan sobre que hacer ante el crimen (parricidio) que comete Edipo, se desarrolla una lucha de propuestas e interpretaciones de la ley divina entre las diosas (cuya participación ilustraba un mundo social en proceso de desaparición) y los dioses (en busca de un papel protagónico que sustituyera el rol secundario que hasta entonces tenían en la regulación de las vidas de los hombres). Esta lucha expresa el enfrentamiento entre el derecho femenino, hasta entonces imperante y el surgimiento de un nuevo tipo de derecho, el masculino, que entonces emergía como el nuevo derecho destinado a codificar las relaciones sociales hasta nuestros días.
El resultado ya lo sabemos, el triunfo de los dioses sobre las diosas ilustra el dramático paso de una sociedad, con lo femenino como eje, a una sociedad patriarcal, necesariamente misógina y autoritaria. ¿Por qué necesariamente misógina? Porque el triunfo de un paradigma (en este caso el patriarcal) solo es posible si desplaza, elimina o subordina al paradigma sobre el que triunfa (el matriarcado). El nuevo paradigma patriarcal, entonces, es misógino por definición.
Y todo lo anterior, ¿qué tiene que ver con la noche y con las brujas?
Bueno, para empezar, tendríamos que aceptar que la breve explicación propuesta líneas arriba, deja de corresponder con el paradigma marxista que plantea que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, tal como lo plantea el Manifiesto del Partido Comunista, y coincide mas con los que afirman que la historia humana es la lucha entre sexos o géneros. Así, en este marco, es mas fácil abordar uno de los periodos mas oscuros (y mas trivializados) de la historia, el periodo de la quema de brujas que no es otra cosa que la quema de mujeres por el solo hecho de ser mujeres.
Esta larga y oscura noche inicia en la Edad Media y perdura hasta el siglo XVII. Pero ¿como inicia esta conversión de la mujer en enemigo público número uno? ¿Cómo se transmuta de ser humano (inferior, según los hombres del medioevo, pero ser humano al fin) en bruja, amante del diablo? El pretexto son los desastres naturales o personales, las situaciones sobre las que el escaso entendimiento humano impedía tener control o, al menos, una explicación. Así, las sequías, las hambrunas, las pestes eran situaciones que ponían en peligro la existencia de toda una comunidad y la única explicación era que dios estaba enfadado, molesto. Alguien había hecho algo malo y si dios se molestaba era importante encontrar al culpable, a ese alguien que pudiese tener la manera de contactar con las fuerzas del mal y que, en su infinita maldad, fuese capaz de hacer daño a los buenos hombres que no hacían otra cosa que trabajar duramente. El culpable tenia que ser alguien que ocultara algo, que tuviese poderes intangibles e invisibles y que, precisamente por su intangibilidad e invisibilidad no estuvieran bajo control de la sociedad, es decir, bajo control de los hombres. El mas portentoso de esos poderes era el conocimiento y la única institución (masculina, por cierto) que requería el monopolio del conocimiento para instaurarse como institución hegemónica era la iglesia. Para lograr tal hegemonía, la iglesia requería instaurar socialmente un tipo de conocimiento que se convirtiera en “oficial” por así decirlo y eso implicaba, necesariamente, el desplazamiento o desaparición de cualquier otro tipo de conocimiento que le hiciera competencia. Ese conocimiento alternativo no existía, salvo en la mujer. La atención de los partos, así como todo el conocimiento que giraba en torno a la gestación y embarazo estaba en manos de las mujeres y por tanto, también lo relacionado con los problemas de salud que tenían que ver con la reproducción. De modo que medicinas naturales, brebajes para la atención del embarazo, cuidados para evitar o combatir las infecciones relacionadas con el parto, los cuidados de la salud de los niños, etc., constituían parte de la enorme riqueza en conocimientos que las mujeres poseían desde los tiempos, ya perdidos en las brumas de la memoria, en que la mujer había sido el centro de la organización familiar y social. Desde entonces, a través de los años y mediante la transmisión oral, dichos conocimientos pasaron de mujer a mujer, de generación en generación, bajo la mirada recelosa de los hombres que no alcanzaban a entender como un ser socialmente inferior podía, sin embargo, hacerse cargo de situaciones tan complicadas como la salud.
Así que, cuando los clérigos señalaron con dedo acusador a la mujer, la misoginia del paradigma imperante en la sociedad facilitó la culpabilización del conocimiento femenino. Si desde siempre, o por lo menos desde la derrota del matriarcado, la mujer se había convertido en sospechosa ante los hombres, ahora la sospecha se confirmaba con la acusación de otros hombres que desde la iglesia, es decir, desde su papel de representantes de dios, señalaban a la mujer como la causante de todos los males. ¿Y quien podía poner en tela de duda la palabra de quienes hablaban en nombre de dios? Por si las dudas, para reafirmar la acusación se recurrió a la satanización, se vinculó a la mujer con el peor de los enemigos de la humanidad, el demonio, y de ahí lo demás fue fácil. Bajo la acusación de aquelarres, sabaths y misas negras, cientos de miles (sin exagerar) de mujeres fueron conducidas a la hoguera, quemadas vivas pero siempre después de ser torturadas para obligarlas a denunciar a otras mujeres que no tenían mas culpa que ser mujeres. El olor a carne quemada se extendió por toda Europa y, una vez que se institucionalizó como política de exterminio femenino, llegó a nuestro país, dada nuestra condición de colonia española. Aquí también se instauró la Santa Inquisición y, también aquí, se juzgó sumariamente a muchas mujeres y se les condenó a la hoguera única y exclusivamente por ser mujeres, o por ser brujas, que era prácticamente lo mismo. La acusación era la misma: tenían amoríos con el diablo y por tanto, eran enemigas de dios y de los creyentes. ¿Pruebas? No eran necesarias, todo mundo sabía que cada mujer acusada sabía cosas que los demás (especialmente los hombres) ignoraban. ¿Confesiones? Era cuestión de maltratarlas, torturarlas, mutilarlas y solitas confesaban hasta los supuestos detalles de su diabólica relación con el príncipe de los avernos. ¿Y si no confesaban? Pues entonces esa era la mejor prueba de que tenían pacto con el demonio, ya que preferían las llamas antes que denunciarlo.
Desde entonces, la mujer aprendió lo peligroso que es el conocimiento. Desde entonces, la mujer sabe que lo mejor es no saber, o, por lo menos, decir que no sabe. Desde entonces el hombre camina solo, como un ingenuo Adán que espera ansioso, aunque no lo reconozca, a que Eva pierda el miedo y se vuelva animar a incitarlo a morder el fruto prohibido, el fruto del conocimiento, el fruto que hará pedazos el artificial paraíso en el que vive, para construir, juntos, el verdadero paraíso terrenal al que tienen derecho.
En la foto, Janis Joplin conocida como la Bruja Blanca

miércoles, 9 de abril de 2008

Huelga de hambre en Ciencias Políticas

La Facultad de Ciencias Políticas de la UAdeC, aquí en Torreón, enfrenta un nuevo conflicto, o mejor dicho, la nueva versión de un conflicto que amenaza con volverse añejo. Esta semana inició con una huelga de hambre de jóvenes estudiantes de la Facultad con motivos diversos, aunque con denominador común. Denuncian los jóvenes con su protesta, una presunta represión académica y diversos actos de prepotencia de las autoridades escolares. Ya el semestre anterior había aflorado una movilización estudiantil, igual que ahora, contra las autoridades de la Facultad, por que, según los estudiantes, les habían sido conculcados derechos establecidos en el estatuto universitario. Las autoridades centrales de la Universidad, léase Rectoría, los escuchó, los atendió, les ofreció una solución que…los muchachos afirman que no llegó. Hay escritos, con sus respectivas firmas, en los que se consignan los compromisos adquiridos.

Así las cosas, el problema lejos de terminar, creció. Quizá no en el sentido de que mas muchachos se adhirieran a la causa, pero si en el sentido de que el encono y las afrentas aumentaron, por ambas partes. El pasado lunes los estudiantes consideraron que no había otra alternativa que irse a una huelga de hambre. La iniciaron 5 jóvenes y hoy afirman ellos, son 10 los muchachos que protestan negándose a la ingesta de alimentos. Las autoridades de la Facultad afirman que dos de esos jóvenes ya no pertenecen a la Universidad dado que reprobaron una asignatura en cinco ocasiones. Al respecto, los muchachos afirman ser víctimas de una revancha personal por parte del profesor titular de la asignatura.

Dejando de lado ese aspecto, la pregunta es ¿Y los demás muchachos porqué protestan? ¿Se puede afirmar también de ellos que son malos estudiantes? Algunos de ellos tienen un promedio superior a 90 y, ganado a pulso. Y sin embargo, hoy están en huelga de hambre, con el consiguiente riesgo para su salud. De hecho, anoche mismo una de las huelguistas tuvo que recibir atención médica porque su salud sufrió un severo quebranto, lo cual está generando que los ánimos se enardezcan entre los jóvenes protestantes. Como expresión de ese enardecimiento, los muchachos bloquearon hoy por un tiempo el Boulevard Revolución, a la altura de donde se encuentra ubicada la Facultad con las consiguientes molestias para pasajeros y automovilistas totalmente ajenos al conflicto, ¿Era necesario llegar a esos extremos? ¿No hay quien los pueda atender?

domingo, 6 de abril de 2008

Inauguración

Hoy, siendo las 11:58 del dia 8 de abril de 2008, declaro antisolemnemente inaugurado "El Tabarete" y quiero hacerlo posteando el artículo que hoy concluí para el Boletín de la escuela.

Sale.





«La vida del hombre no puede "ser vivida" repitiendo los patrones de su especie; es él mismo —cada uno— quien debe vivir. El hombre es el único animal que puede estar fastidiado, que puede estar disgustado, que puede sentirse expulsado del paraíso» (Erich Fromm. Ética y psicoanálisis).




Entre emos y punketos: la lucha por la identidad y el territorio
Por Miguel Angel Saucedo L.

La sociedad mexicana sigue cambiando, aunque muchos no quieran o no puedan, por ceguera ideológica, percibirlo. El acelerado tránsito de rural a urbano, apenas permite ver a nuestro país expresarse de maneras hasta antes insospechadas. El cambio demográfico expresado en una población cada vez mas vieja pero con un creciente protagonismo juvenil, los procesos migratorios (expulsamos pobres a Estados Unidos y recibimos pobres expulsados de Centroamérica), junto con eso que llaman globalización y que se expresa (aunque no solamente) en el libre acceso a ideas y comportamientos de lugares cercanos y remotos, dan lugar a una muy extraña versión de lo que McLuhan llamó la “aldea global”. Extraña porque la idea de una aldea global, es decir, una aldea mundial, sugería algo así como una sola gran tribu, la tribu humana, unida e interactuando a través de los portentosos medios de comunicación de los que hoy disponemos. De alguna manera eso es cierto, basta ver la creciente dependencia, sobre todo de los jóvenes, respecto de medios como el teléfono celular y la internet para comunicarse. Ni siquiera el idioma sobrevive como frontera, pues a través del correo electrónico o del YouTube, podemos intercambiar música, fotos y video con gente cuyo idioma ni siquiera sabríamos identificar.

Sin embargo, en medio de tantos sonidos, palabras, imágenes, es decir, en medio de tanta gente, nos sentimos perdidos, aislados En medio de tanta comunicación nos sentimos incomunicados. En medio de tanta diversidad se extravía nuestra particularidad, nuestra identidad. De tanto leer y escuchar lo que los demás son, se nos olvida o nos avergonzamos de lo que nosotros somos. ¿Como es que llegamos a esta situación?

Si miramos con más detenimiento, quizá observaremos que eso que llaman globalización es, en realidad, un proceso de mundialización de una forma de relacionarnos entre los seres humanos y una forma de relacionarnos con la naturaleza. Esta forma de relacionarnos es a través de la compra y venta de cosas a las que se les llama mercancías. En otras palabras, estamos ante un proceso de mercantilización del mundo, un proceso en el que la naturaleza se ha convertido en una mercancía (y para eso basta ver el comercial de PEMEX, ese de que “tenemos un tesoro”). Pero el mundo no es solo naturaleza, o mejor dicho, los seres humanos también somos naturaleza y, por tanto, la mercantilización es la forma de relación que tiende a ser dominante en la sociedad, lo cual quiere decir que los seres humanos tendemos a tratarnos a través del mercado, el mercado de las relaciones sociales y, por tanto, estamos hablando de la mercantilización de la sociedad. De manera que, quizá sea más pertinente hablar de un “mercado global” que de una “aldea global”. Es el mundo de la mercancía.

Ahora bien, una vez que cambiamos el escenario, cambian los actores. En lugar de la aldea o sociedad global que supone humanos con relaciones sociales globales, tenemos el mercado global que supone consumidores y vendedores y sobre todo…mercancías. El sueño dorado del capitalista, un mundo donde todo, absolutamente todo, pueda comprarse y venderse (enajenarse). Un mundo de mercancías, un mundo en el que compradores y vendedores también se han convertido en mercancías. La lógica de la mercantilización es muy simple: en un mundo mercantilizado necesito comprar lo que requiero para sobrevivir, pero para comprar necesito dinero que obtendré al vender, ¿pero vender que?, pues las cosas que poseo y si no poseo nada siempre tendré mi fuerza de trabajo, o mis ideas, o mi inspiración o…

El resultado es que, para sobrevivir, me tengo que vender, me tengo que enajenar, volverme ajeno a mi mismo. Así, en el capitalismo solo existimos como mercancías. Y sin embargo, a pesar de todo, seguimos siendo humanos, muy disminuidos si se quiere, pero humanos. Aquí es donde aparece con mayor claridad la contradicción: mi carácter humano en un mundo social donde solo puedo existir como vendedor o consumidor (compro, luego existo) o como mercancía. Un mundo que mutila al ser humano, pues solo le reconoce aspectos parciales de su humanidad (su capacidad para comprar, su capacidad para vender, su capacidad para venderse) y descuida los aspectos mas esenciales de esa humanidad como son su capacidad creativa, su sensibilidad, su solidaridad, su compromiso consigo mismo y, por lo tanto, con la humanidad de la que forma parte.

Y eso nos remite, ahora si, a un abordaje diferente del problema que apuntábamos renglones arriba cuando decía que en medio de tanta comunicación nos sentimos incomunicados. Esta incapacidad deriva de nuestra división en clases, división que origina que tengamos intereses no solo diferentes sino antagónicos. División clasista que me obliga, aún cuando no logre o no quiera vender mi fuerza de trabajo, a ser ajeno a mi mismo por que yo no decido el lugar que ocupo en la sociedad a la que pertenezco, no decido el tipo de relaciones que establezco con los demás.

El asunto es que cada vez es más difícil relacionarnos como seres humanos, como seres de múltiples dimensiones. Cada vez buscamos en el otro solo una parte de lo que el otro es, y nos perdemos así, de la integralidad de ese ser humano con el que a la vez podríamos alcanzar nuestra integralidad. Esta dificultad de “ser”, de identificarse con alguien para ser parte de algo, lleva a muchos a buscar falsas identidades o, incluso, a buscar la negación de si mismo por la vía del suicidio o de las adicciones. Dado que el mercado es la expresión de nuestras diferencias y no de nuestras semejanzas, terminamos buscando en otro lado aquello que nos pudiera unir a otros, pero ¡ojo¡ a otros, no a los otros. En otras palabras, en lugar de buscar a todos aquellos con los que comparto mis similitudes esenciales, lo humano, termino buscando lo que al unirme con algunos de los otros, me diferencia de los demás. En lugar de buscar mi lugar en la aldea global capitalista (que por definición es excluyente), acabo buscando mi lugar en alguna tribu de las muchas que pululan en esta aldea.

Eso es, quizá, justamente lo que sucede con eso que ahora llaman “tribus urbanas”, grupos de jóvenes que buscan afanosamente una identidad y un espacio donde expresarla. Es entonces cuando emos y punketos y rokers y homos y…descubren que existe alguien mas como cada uno ellos, alguien que comparte sensaciones, sentimientos y, sobre todo, estados de ánimo (difícilmente, pensamientos). Es cuando descubren que (como dice la canción), su soledad se siente acompañada. El individuo percibe que no está aislado, sino que forma parte de algo, de un grupo de gentes como el, de una tribu. Sin embargo, las tribus no existen en lo abstracto. Son expresiones de la sociedad y esta existe en el espacio, en un territorio dado. Y aquí es donde surge el conflicto, ya que no hay tribu que se respete si no tiene un territorio donde nomás sus chicharrones truenen. Conflicto urbano que, por cierto, no es nuevo. Las batallas campales entre jóvenes de diferentes barrios, son la vida cotidiana en los espacios marginales de las ciudades. La diferencia ahora es, precisamente que el conflicto ya no es solamente en la periferia urbana sino justamente en su centro…comercial. Parte del nuevo rostro que ofrecen las ciudades, por lo menos las medianas y, sobre todo las metrópolis, es la desaparición de la plaza pública, entendida como el espacio en el que todos, sin distinción de condición social, género o edad, podíamos pasear, descansar, socializar. Ahora la diferenciación social que caracteriza a la urbe, se expresa en la correspondiente diferenciación social de los espacios para la recreación pública. Así, la Alameda y la Plaza de Armas en Torreón, son ahora espacios de recreación para ciertos sectores de la sociedad, mientras que otros sectores hacen vida social en las modernas plazas comerciales. Esta situación, determinada por la capacidad de consumo, es precisamente la que explica que el conflicto tribal ocupe las pantallas de televisión ya que los emos, al igual que otras tribus, han hecho de la plaza comercial “su” espacio, “su” territorio, olvidando que, a diferencia de la Alameda, esa plaza es privada, tiene dueños y esos dueños venden la ilusión de un espacio social sin conflictos, donde todos podemos socializar a condición de que hagamos consumo. Ilusión hecha pedazos por una realidad en la que nuestra sociedad se muestra como un espejo roto, con múltiples fragmentos buscando, como dice Edgar Morin, su completud.