miércoles, 18 de marzo de 2009

Darwin, paradigma y ciencia (Publicado en Edukate de Abril 2009)



Hace 150 años se publicó un libro que cambiaría, radicalmente, la manera de entender nuestro pasado como género humano y, por lo tanto, también la manera de imaginar nuestro futuro. ¿Como es que un libro puede tener tanto poder? La respuesta a esa pregunta es que, precisamente en eso consiste la fuerza de los paradigmas, el poder de moldear nuestra visión del universo y de nosotros mismos.

El libro en cuestión se llama “El origen de las especies”, escrito por Charles Darwin después de un viaje alrededor del mundo durante el cual, con mucha paciencia y perspicacia, tomó algunas muestras y muchas notas de las mas diversas especies de la flora y fauna de los sitios que visitó. El libro, por supuesto, no es producto exclusivamente de ese viaje ya que en él aparecen ideas que venía madurando desde varios años antes, pero el recorrido le permitió articular de mejor manera las hipótesis que darían sustento a un nuevo paradigma acerca de la historia de la humanidad y una nueva perspectiva sobre la relación entre el hombre y el universo.

En efecto, hasta antes de publicar su libro, las ideas imperantes sobre el origen del hombre eran las derivadas de la llamada visión “creacionista”, es decir, la impuesta por la iglesia durante muchísimos años y según la cual, nuestro origen obedecía a la voluntad divina. De acuerdo con esta “explicación”, los humanos fuimos creados a “imagen y semejanza del creador” por lo que ya se imaginará el lector la revolución que Darwin generó al sostener que en realidad tenemos mas cercanía con los antropoides.

Y como suele suceder, todo paradigma impide o bloquea la aparición de otro, sobre todo si éste descalifica los postulados del anterior y eso es justamente lo que proponía el paradigma evolucionista y, además, de manera muy sencilla, muy fácil de entender aunque muy difícil de aceptar por las implicaciones que tenía. Sucede que un paradigma no es solo una manera de ver el mundo, de entenderlo, de “leerlo” sino que, de esa “lectura” se derivan instituciones sociales, es decir, formas de organización social de las que se desprenden privilegios y que luego será muy difícil cambiar, precisamente porque implicarían la desaparición de esos privilegios. Así la visión “creacionista” se había constituido en uno de los más formidables soportes de la fortaleza de la iglesia por lo que, una visión alternativa tendría que andarse con mucho cuidado si su autor quería sobrevivir. Esa es, quizá, la razón principal por la que Darwin se resistió durante un buen tiempo a publicar los resultados de sus observaciones por sus implicaciones, de las que quizá la mas importante (y peligrosa para la iglesia) era que el origen, desarrollo y evolución de la vida humana tenía su base en la llamada “selección natural”, concepción que prescindía de la participación divina.

Los principios básicos de esta teoría son que todas las especies producen mas descendencia de la que necesitan para reproducirse pero ninguna especie viva puede inundar el mundo, precisamente porque los recursos disponibles son insuficientes, lo que obliga a que solo algunos sobrevivan (los mas aptos). Esto que es válido para los integrantes de una especie, es decir, la competencia para sobrevivir, es también válida para las especies en su conjunto de modo que, así como entre los individuos de una especie solo sobrevive el mas apto, así también entre las especies solo sobrevivirá la que mejor se adapte a las cambiantes condiciones del mundo. La reproducción entre sobrevivientes será, entonces, la reproducción entre los más aptos, entre los mejor adaptados morfológica y comportamentalmente. Y todo lo anterior sin participación divina lo que abría entonces grandes posibilidades para el desarrollo científico, una vez que el pensamiento se libera de las cadenas con las que las iglesias, de cualquier denominación, pero especialmente las fundamentalistas lo mantenían controlado.


Tan compartía Darwin el paradigma creacionista que en su autobiografía recuerda como, en su niñez, para no llegar tarde a la escuela corría y rezaba al mismo tiempo, y sin embargo, cuando lograba llegar temprano atribuía sus éxitos a sus oraciones. Exactamente como funciona cualquier paradigma. Así podemos imaginar que la primer gran lucha entre el paradigma creacionista y el evolucionista se llevó a cabo en el cerebro de Darwin. Hoy a 150 años pareciera que el paradigma de “la creación” ha sido superado y sin embargo no es así. Por lo menos durante los ocho años que padecimos la presidencia de George W. Busch los “creacionistas” contaron con un apoyo sin precedentes. La actitud de Busch siempre fue contraria a la ciencia, precisamente porque entendió, a pesar de ser un minusválido intelectual (o quizá precisamente por eso) que mientras menos desarrollaran el intelecto sus paisanos mas fácil sería gobernarlos. Su presidencia está llena de bloqueos al desarrollo científico y de su apoyo, no muy disimulado, a los impulsores de las corrientes creacionistas en la educación pública norteamericana.
Así pues, feliz cumpleaños a este paradigma que, sin duda, refirma la explicación científica de nuestro origen y posibilita una mejor imaginación de nuestro futuro.

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