lunes, 9 de marzo de 2009

El club de las mujeres (Publicado en Política y Sociedad de Abril de 2009)


Perdidos entre la parafernalia mercantilista que rodea al llamado “día del amor”, algunos datos exhiben la violenta naturaleza del “amor a la mexicana”. Por ejemplo, de acuerdo con el Instituto Mexicano de la Juventud(1), más del 75 por ciento de los jóvenes de entre 15 y 25 años que tienen relación de pareja padecen violencia psicológica, un tipo de violencia que le llaman “cruzada” porque la ejercen ambos miembros de la pareja. Por lo menos en esa forma de ser violentos la pareja mexicana es “pareja” ya que ambos integrantes se corresponden en cuanto a las acciones de agresión mutua, aunque hay diferencias en los modos y en los propósitos. Así (de acuerdo a la nota periodística citada), las mujeres agreden a “su” hombre para humillarlo, denostarlo y hacerlo sentir mal, mientras que la mujer es agredida para controlarla, influir en su vida y evitar que tome decisiones. Claro que en el caso de la violencia física la situación es diferente, no porque el grado sea menor sino porque es “dispareja” en el sentido de que hombre y mujer juegan el papel de victimario y víctima, respectivamente, aunque el número de hombres agredidos por su pareja tiende a incrementarse.

Por supuesto, esta violenta situación que se vive en el noviazgo se institucionaliza con el matrimonio y se extiende a la nueva familia. De acuerdo con la Encuesta sobre Violencia Intrafamiliar del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática(2), la tercera parte de los hogares nucleares constituyen espacios de agresión, aislamiento, destrucción de autoestima, abuso y violencia para sus integrantes, especialmente para las mujeres, niños y adultos mayores, es decir, para los mas indefensos. De manera que, ni pareja ni familia, son los remansos de paz que la publicidad comercial y también la oficial nos ofrecen en los medios cada 14 de febrero o cada primer domingo de marzo. En ambos espacios, la mujer parece ser la gran perdedora en lo que se refiere a los diversos tipos de violencia, salvo en lo relativo a la de tipo sicológico. Y esto es y seguirá siendo así, pues como dice Wright Mills “mientras que la familia como institución convierta a las mujeres en esclavas queridas y a los hombres en sus jefes proveedores y sus dependientes aún no destetados, el problema de un matrimonio satisfactorio no puede tener una solución puramente privada”(3).

Por eso resulta sorprendente la existencia de una pandilla de mujeres. ¿Por qué? Pues para empezar porque la pandilla es una expresión de la característica territorialidad de los hombres, en la que se defiende palmo a palmo el territorio y lo que forma parte de él (incluidas las mujeres). Es decir, la pandilla es una forma de organización típicamente masculina, diseñada para que los hombres defiendan un territorio que siempre estará amenazado por otros hombres. Los integrantes de las pandillas serán normalmente jóvenes, hijos de familias disfuncionales, desempleados y expulsados de la vida escolar, es decir exiliados del hogar, de la vida académica y rechazados en el mundo laboral…pero varones. Así, la pandilla parece ser una extensión más del imperio de la testosterona, del mundo de los hombres, un mundo en el que, ciertamente, las mujeres tienen su espacio pero como amantes, como depositarias del honor del barrio o como trofeos que deberán ser arrancados a las bandas rivales.

Y sin embargo, la ciudad de México es la sede de una pandilla femenina, única en su tipo según los especialistas citados por la revista que presenta un reportaje en el que nos anuncia su existencia(4).


De acuerdo con la nota, la pandilla se hace llamar Porra Femenil Vallejo (PFV) y uno de los rasgos que las perfila es el hecho de que dejaron de ser “las viejas de la banda y para la banda”. Constituyen una especie de “club de Tobi” pero a la inversa, o sea, un club femenil en el que no se admiten hombres, un club excluyente, “solo para mujeres”. Lo constituyen alrededor de 60 chavas de entre 15 y 21 años, integradas en esta pandilla que ya tiene 12 años, por lo que mas de una generación ha pasado por sus filas. También es interesante el hecho de que mencionan un vínculo (obviamente no formal) con la UNAM pues, al menos algunas de ellas, están inscritas en el Centro de Ciencias y Humanidades CCH Vallejo, por lo que son consideradas algo así como “porras”, es decir, expresión del viejo fenómeno del porrismo que desde los 60’s afecta a nuestras universidades públicas, solo que en el caso de la PFV es la versión femenil.

Mas allá de la veracidad del reportaje, éste sugiere que hay una realidad que no ha sido estudiada, un espacio social en el que las mujeres transgreden el rol que el actual orden social les asigna, aún cuando dicha transgresión termine refuncionalizando, sin transformar, ese orden patriarcal que caracteriza a la sociedad mexicana. Un espacio donde es preciso ver con ojos diferentes tanto lo masculino como lo femenino.
Como quiera, no deja de ser un seductor objeto de estudio este club de las mujeres.

Referencias
(1) http://www.jornada.unam.mx/2009/02/13/index.php?section=sociedad&article=038n1soc
(2) La Familia no es como la pintan, Reyes, Mario. Suplemento Letra S, La Jornada. 2009-01-08.
(3) Wright Mills, C. La imaginación sociológica. Fondo de Cultura Económica, México. 1997. 2ª Ed. pp. 29-30.
(4) El club de las mujeres. Rosagel, Shaila. Revista 7 Días Nº 441, 7 de febrero de 2009.

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