domingo, 23 de septiembre de 2012

Oribe Peralta y el esfuerzo personal

Nativo del ejido “La Partida”, Oribe el “Cepillo” Peralta dividía su tiempo de adolescente entre la práctica del futbol y sus estudios en el Conalep. Levantarse todos los días para entrenar desde las 6 de la mañana, luego a partir de las 2 de la tarde asistir a estudiar al Conalep para regresar a casa a las diez de la noche, era la vida de éste triple campeón del futbol: se coronó en los panamericano de 2011, luego se hizo campeón de liga 2012 con el Santos Laguna y, finalmente, define con dos goles la final olímpica, celebrada en Londres. Ejemplo de pundonor, de coraje, de esfuerzo individual, el “Cepillo” parece encarnar la promesa que el modelo económico en México ofrece a los jóvenes: el éxito profesional, económico y social es posible, es cuestión de “echarle ganas”, de esforzase y exigirse a uno mismo Nacido en 1984, medio siglo después que el presidente Lázaro Cárdenas decretara la Reforma Agraria como respuesta a las legítimas demandas de quienes en 1936 trabajaban para los grandes hacendados de entonces, Oribe es un beneficiario del cada vez más menguante Estado de Bienestar, el Estado comprometido a satisfacer las necesidades de las masas campesinas que en 1910 decidieron hacer una revolución para cambiar la situación en que vivían. La promesa de Tierra y Libertad, sin embargo, no fue cumplida sino hasta 1936. Los jornaleros agrícolas (peones acasillados) así como los llamados “bonanceros” (trabajadores agrícolas que venían de otras partes del país a la pizca del algodón) después de una huelga que paralizó a todas las haciendas laguneras, se convirtieron en ejidatarios gracias al decreto expropiatorio que acabó con la hacienda como referente de riqueza generada en la actividad agrícola, evento que permitió la emergencia del ejido y la pequeña propiedad como nuevos actores del desarrollo rural regional. Con tres hermanos y una hermana, Peralta es parte de una familia que, por su número, está a medio camino entre aquellas típicas familias rurales de antaño, las que descansaban sobre el principio de que mientras más hijos más brazos para trabajar la tierra y las que escucharon aquel mensaje de “pocos hijos para vivir mejor”, que en el caso de las familias rurales de hoy significa pocos hijos para que generar menos migrantes. Pero, ¿qué tan cierto es que el caso de Oribe Peralta es la muestra de que todo es cuestión de “echarle ganas” para alcanzar el éxito? El “Cepillo”, como conocen a Oribe desde chamaco, inicia a los 17 años su ingreso a la escuela de futbol “Salvador Necochea” (cecifut), lugar en el que pulirá las habilidades que desarrolló jugando hasta descalzo en las polvorientas calles de “La Partida”. Seguramente dotado de habilidades innatas, Peralta las pulió con tesón y terquedad, es cierto, motivado por la pasión que el futbol suele generar en los niños y jóvenes de muchas regiones de nuestro México. Sin embargo, cada año miles y miles de jóvenes mexicanos nacidos en el campo (y los nacidos en la ciudad también) son virtualmente expulsados no solo de su región sino de su país, obligados a buscar el sustento en otra tierra porque su patria les niega tal posibilidad. Cada año, sobre todo desde la docena trágica de gobiernos panistas, alrededor de 500 mil mexicanos, la mayoría de ellos jóvenes campesinos, se ven obligados a emigrar hacia el norte, buscando pasar al vecino país en busca del empleo que les es negado en su propio terruño. Forzados a vender sus derechos de agua y sus tierras se convierten en parias de las urbes cercanas, aquí mismo en nuestra ciudad, en la frontera norte y, en el mejor de los casos, terminan convertidos en mano de obra barata en los campos norteamericanos. El modelo de desarrollo agropecuario que privilegia al capital y desdeña al campesino, ha generado muy pocos Oribes Peralta y muchos desterrados, migrantes y también, muchos jóvenes sin más opción que el crimen organizado como refugio. No hay duda, Oribe Peralta es un lagunero, hijo de ejidatario que merece el reconocimiento que recibirá del Ayuntamiento de Torreón pero, ciertamente, no es alguien que triunfó gracias al modelo de desarrollo… sino a pesar del mismo.

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