miércoles, 21 de agosto de 2013

Conflicto y cultura del agua


Por Miguel Ángel Saucedo L.

 

Lejos de ser una idílica región en la que el agua se gestiona sin conflictos, La Laguna es el producto de permanentes contradicciones entre los diferentes grupos sociales que la conforman por la simple y sencilla razón de que dichos grupos tienen una relación de acceso diferencial con respecto al líquido  elemento. Una relación en la que lo importante es la cercanía o lejanía social con el agua, una mayor o menor posibilidad de usarla según el lugar que se ocupe en la jerarquía social. Esa es la historia de la región, una historia de la que el río Nazas es una especie de cicatriz que queda como recuerdo de viejos conflictos, aparentemente superados.

Como dice Bourdieu, un espacio social se construye según sea la  vecindad social de cada agente social respecto de las cosas (en este caso, el agua)[1]. Y en  la Región Lagunera, como en cualquier otro lugar, la cercanía es diferencial, determinada siempre según la cantidad y calidad de capital económico, político, cultural y simbólico con que cada uno de los agentes cuente. Esto es importante precisarlo porque no basta con el poderío económico o político para contar con el control de un recurso tan fundamental para la vida como lo es el agua; se requiere, además, de la complicidad pasiva de aquellos que se conforman con menores posibilidades de acceso. Dicho en otras palabras, la concentración de derechos de agua es posible porque las condiciones bajo las que se regula el acceso al recurso las dicta el  mercado, que es el mecanismo socialmente aceptado para regular el derecho al agua.

            Sí, la Comarca Lagunera es una región que hoy se caracteriza por una situación de tensión entre los diferentes usos que el modelo productivo regional demanda. Como dice Hernán Salas “la cultura hídrica de los laguneros consiste, por una parte, en la tensión por la utilización industrial, agropecuaria y doméstica del agua y, por otra, en la reveladora posibilidad de llegar a acuerdos y consensos entre los usuarios del líquido.”[2] Y aquí vale la pena tomar en cuenta que si la región existe como tal, es decir, como unidad económica, social y cultural, es precisamente porque no solo ha sido escenario de conflictos sino también de acuerdos y consensos. Eso no es poca cosa, ahora que las disputas por el agua en otras regiones del país amenazan con desbordarse por el lado de la violencia, conviene recordar que ya hemos recorrido un largo trecho en la construcción de mecanismos de política que posibilitan la solución civilizada de los conflictos que, por otra parte, son inmanentes a todo tipo de sociedad.

            Una nueva cultura del agua, transita, necesariamente, por una cultura cívica, una cultura de participación en los asuntos públicos lo cual exige, ciertamente, informarse pero también formarse en el ejercicio del trato con los diferentes. La redefinición de los acuerdos institucionales para regular el acceso al vital líquido, requiere hacer del conflicto una oportunidad para la reestructuración del espacio social con los menores costos posibles.



[1] Bourdieu, P. (1999). Efectos de lugar, en Miseria del mundo, Ed. FCE, Argentina
[2] Salas Q. Hernán. (2004). Cultura del agua. Conflictividad y convivencia en La Laguna. Anales de Antropología, vol. 38, IIA, UNAM, México.

1 comentario:

Ana Tapadas dijo...

A água, símbolo da vida é também razão de muitos conflitos (por aí, no mundo e na minha terra quente e seca...).
Excelente ensaio.

Bjs