jueves, 19 de febrero de 2009

Estado fallido y la nueva nocturnidad lagunera




Desde la perspectiva de quienes vivimos/padecemos un virtual estado de guerra como el que se vive en nuestro país, no podemos dejar de creer que, en efecto, tienen razón los norteamericanos cuando dicen que el nuestro es un “Estado fallido”, un Estado que no alcanzó a “cuajar”, que se quedó trunco en su proceso de desarrollo. Un Estado que no maduró en su fase embrionaria y quedó en una especie de aborto. El indicador principal para hacer este tipo de análisis es el monopolio en el ejercicio de la violencia, de manera que cuando “señores de la guerra”, agentes de otros Estados o simplemente caciques locales monopolizan el ejercicio de la violencia entonces estaremos ente un Estado fallido. Ejemplos de ello son Afganistán, Irak, Haití, países de los que puede decirse que poseen una población, un territorio pero no la soberanía que caracteriza a un Estado, ya que extensas porciones de su territorio están en manos de otros países o de bandas armadas que han convertido esas porciones territoriales en terrenos sin ley o donde la ley que impera es la ley de esas bandas y no la del Estado. Así, con esos datos, vemos que dicha denominación le queda a la medida a nuestro país. Para constatarlo ya ni siquiera es necesario consultar el dato estadístico en los acervos del INEGI, ni buscar la nota roja en los diarios.



Es el caso de nuestra región. Cualquier día y, sobre todo, cualquier noche, el tableteo de las armas automáticas interrumpe nuestro sueño o sorprende nuestro tránsito por cualquiera de las calles de nuestra comarca.

El terrorismo no anunciado inunda nuestras vidas, de manera que la charla informal de cada día está salpicada ya no de leyendas urbanas (historias con visos de realidad pero condimentadas con la imaginación de quien la propala) sino con anécdotas verificables que ilustran el contacto de cualquiera de nosotros con la violencia que se ha vuelto cotidiana.

Así la visita al “antro”, las reuniones entre amigos, las fiestas familiares, en fin, todo aquello que se puede englobar en lo que podríamos llamar la “nocturnidad lagunera” está cambiando de manera radical. De la misma manera que lo hacen los empresarios tabasqueños (cuando organizan una fiesta la hacen en el salón de algún hotel, de manera que al terminar el festejo, los invitados se quedan a pasar la noche ahí mismo, para de esa manera evitar los “levantones”), así los jóvenes laguneros empiezan a ensayar formas novedosas para vivir su “nocturnidad”. Reuniones que eluden la noche (algunos la llaman “reuniones de matiné”) porque inician temprano para terminar temprano o bien reuniones tipo “pijamada” que bien pueden empezar ya entrada la noche pero que no terminan hasta el amanecer para de esa manera no andar por las calles en la noche, que es cuando mas peligrosas se han vuelto nuestras ciudades.

Sin embargo, la muerte envuelta en violencia no solo aparece de noche. También de día los ajustes de cuentas entre sicarios de bandas rivales se suceden en los lugares más inesperados.

En estas circunstancias, me parece, lo mas importante es descubrir las fortalezas de nuestra sociedad detrás de las lamentables vulnerabilidades de nuestro Estado. Es entender que si bien padecemos un cuasiEstado contamos, en cambio, con nosotros mismos, contamos con una sociedad que no es fallida, que si bien está lejos de ser una sociedad en plenitud cívica, si está en posibilidad de hacerse cargo de lo que el Estado no puede. No sería la primera vez (y creo que tampoco será la última) que la sociedad mexicana rehaga su tejido social y busque, por si misma, nuevos y mejores horizontes. Mientras tanto, hay que aprender de nosotros mismos, de nuestros intelectuales, de nuestros jóvenes, de nuestra propia fuente inagotable de creatividad.