sábado, 28 de marzo de 2009

El apagón mundial


Hace unos minutos encendimos las luces después de una hora de estar a oscuras. De ese modo, también la familia se unió a la iniciativa de apagar las luces no esenciales en cada ciudad, en cada pueblo, en cada hogar que se solidarice con un Planeta Tierra agobiado por el cambio climático.


Al interior de casa no tuve mayor dificultad para convencer a mis hijos de que apagáramos televisores, computadoras y focos para permanecer durante una hora en penumbras y colaborar a disminuir, de ese modo, la presión que ejercemos sobre el planeta. Mi hijo menor encendió una vela y me generó un espacio romántico, propicio para hacer elucubraciones sobre como ahorrar energía. No fueron esas las reflexiones que acudieron a mi pensamiento pero, de cualquier modo, me sentí parte del esfuerzo de millones de terrícolas preocupados por el malestar de la casa común. Me parece que mi hijo mayor resintió mas que lo destetara de su computadora, dado que por lo menos tres veces me preguntó la hora agregando la pregunta “¿ya mero?”.


La verdad es que no fue tan difícil. Una hora sin luz fue, paradójicamente, una hora sin los usuales proveedores de la enajenación nuestra de cada día. Una hora en que no tuvimos más remedio que enfrentarnos a nosotros mismos. Una hora en la que no tuvimos mas remedio que conversar, hablar de nosotros, de lo que a cada uno de nosotros nos importa. Fue saludable, agradable.

Al exterior, notamos que no se pagaron las luces en ninguna otra casa del vecindario, al menos de las que alcanzábamos a ver. Transcurrida la hora a oscuras, encendí la televisión para ver cual había sido el impacto de esa iniciativa en nuestro país y nada. Casi no había noticieros y, en los que había, no se hablaba para nada de la iniciativa de dejar a oscuras el planeta durante una hora. Ningún canal se daba por enterado.


Y sin embargo fue algo saludable, agradable, delicioso. No porque crea que con una hora de luces apagadas ya se hizo la tarea. No, lo saludable de ese ejercicio fue descubrir que desde tu casa puedes formar parte de una acción global, que desde tu casa puedes meter en crisis a algunos de los poderes fácticos que gobiernan el país (como Televisa y TV Azteca), que con una sola acción puedes fusionarte con un movimiento global, al mismo tiempo que atiendes las particularidades de tus relaciones familiares.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Darwin, paradigma y ciencia (Publicado en Edukate de Abril 2009)



Hace 150 años se publicó un libro que cambiaría, radicalmente, la manera de entender nuestro pasado como género humano y, por lo tanto, también la manera de imaginar nuestro futuro. ¿Como es que un libro puede tener tanto poder? La respuesta a esa pregunta es que, precisamente en eso consiste la fuerza de los paradigmas, el poder de moldear nuestra visión del universo y de nosotros mismos.

El libro en cuestión se llama “El origen de las especies”, escrito por Charles Darwin después de un viaje alrededor del mundo durante el cual, con mucha paciencia y perspicacia, tomó algunas muestras y muchas notas de las mas diversas especies de la flora y fauna de los sitios que visitó. El libro, por supuesto, no es producto exclusivamente de ese viaje ya que en él aparecen ideas que venía madurando desde varios años antes, pero el recorrido le permitió articular de mejor manera las hipótesis que darían sustento a un nuevo paradigma acerca de la historia de la humanidad y una nueva perspectiva sobre la relación entre el hombre y el universo.

En efecto, hasta antes de publicar su libro, las ideas imperantes sobre el origen del hombre eran las derivadas de la llamada visión “creacionista”, es decir, la impuesta por la iglesia durante muchísimos años y según la cual, nuestro origen obedecía a la voluntad divina. De acuerdo con esta “explicación”, los humanos fuimos creados a “imagen y semejanza del creador” por lo que ya se imaginará el lector la revolución que Darwin generó al sostener que en realidad tenemos mas cercanía con los antropoides.

Y como suele suceder, todo paradigma impide o bloquea la aparición de otro, sobre todo si éste descalifica los postulados del anterior y eso es justamente lo que proponía el paradigma evolucionista y, además, de manera muy sencilla, muy fácil de entender aunque muy difícil de aceptar por las implicaciones que tenía. Sucede que un paradigma no es solo una manera de ver el mundo, de entenderlo, de “leerlo” sino que, de esa “lectura” se derivan instituciones sociales, es decir, formas de organización social de las que se desprenden privilegios y que luego será muy difícil cambiar, precisamente porque implicarían la desaparición de esos privilegios. Así la visión “creacionista” se había constituido en uno de los más formidables soportes de la fortaleza de la iglesia por lo que, una visión alternativa tendría que andarse con mucho cuidado si su autor quería sobrevivir. Esa es, quizá, la razón principal por la que Darwin se resistió durante un buen tiempo a publicar los resultados de sus observaciones por sus implicaciones, de las que quizá la mas importante (y peligrosa para la iglesia) era que el origen, desarrollo y evolución de la vida humana tenía su base en la llamada “selección natural”, concepción que prescindía de la participación divina.

Los principios básicos de esta teoría son que todas las especies producen mas descendencia de la que necesitan para reproducirse pero ninguna especie viva puede inundar el mundo, precisamente porque los recursos disponibles son insuficientes, lo que obliga a que solo algunos sobrevivan (los mas aptos). Esto que es válido para los integrantes de una especie, es decir, la competencia para sobrevivir, es también válida para las especies en su conjunto de modo que, así como entre los individuos de una especie solo sobrevive el mas apto, así también entre las especies solo sobrevivirá la que mejor se adapte a las cambiantes condiciones del mundo. La reproducción entre sobrevivientes será, entonces, la reproducción entre los más aptos, entre los mejor adaptados morfológica y comportamentalmente. Y todo lo anterior sin participación divina lo que abría entonces grandes posibilidades para el desarrollo científico, una vez que el pensamiento se libera de las cadenas con las que las iglesias, de cualquier denominación, pero especialmente las fundamentalistas lo mantenían controlado.


Tan compartía Darwin el paradigma creacionista que en su autobiografía recuerda como, en su niñez, para no llegar tarde a la escuela corría y rezaba al mismo tiempo, y sin embargo, cuando lograba llegar temprano atribuía sus éxitos a sus oraciones. Exactamente como funciona cualquier paradigma. Así podemos imaginar que la primer gran lucha entre el paradigma creacionista y el evolucionista se llevó a cabo en el cerebro de Darwin. Hoy a 150 años pareciera que el paradigma de “la creación” ha sido superado y sin embargo no es así. Por lo menos durante los ocho años que padecimos la presidencia de George W. Busch los “creacionistas” contaron con un apoyo sin precedentes. La actitud de Busch siempre fue contraria a la ciencia, precisamente porque entendió, a pesar de ser un minusválido intelectual (o quizá precisamente por eso) que mientras menos desarrollaran el intelecto sus paisanos mas fácil sería gobernarlos. Su presidencia está llena de bloqueos al desarrollo científico y de su apoyo, no muy disimulado, a los impulsores de las corrientes creacionistas en la educación pública norteamericana.
Así pues, feliz cumpleaños a este paradigma que, sin duda, refirma la explicación científica de nuestro origen y posibilita una mejor imaginación de nuestro futuro.

lunes, 9 de marzo de 2009

El club de las mujeres (Publicado en Política y Sociedad de Abril de 2009)


Perdidos entre la parafernalia mercantilista que rodea al llamado “día del amor”, algunos datos exhiben la violenta naturaleza del “amor a la mexicana”. Por ejemplo, de acuerdo con el Instituto Mexicano de la Juventud(1), más del 75 por ciento de los jóvenes de entre 15 y 25 años que tienen relación de pareja padecen violencia psicológica, un tipo de violencia que le llaman “cruzada” porque la ejercen ambos miembros de la pareja. Por lo menos en esa forma de ser violentos la pareja mexicana es “pareja” ya que ambos integrantes se corresponden en cuanto a las acciones de agresión mutua, aunque hay diferencias en los modos y en los propósitos. Así (de acuerdo a la nota periodística citada), las mujeres agreden a “su” hombre para humillarlo, denostarlo y hacerlo sentir mal, mientras que la mujer es agredida para controlarla, influir en su vida y evitar que tome decisiones. Claro que en el caso de la violencia física la situación es diferente, no porque el grado sea menor sino porque es “dispareja” en el sentido de que hombre y mujer juegan el papel de victimario y víctima, respectivamente, aunque el número de hombres agredidos por su pareja tiende a incrementarse.

Por supuesto, esta violenta situación que se vive en el noviazgo se institucionaliza con el matrimonio y se extiende a la nueva familia. De acuerdo con la Encuesta sobre Violencia Intrafamiliar del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática(2), la tercera parte de los hogares nucleares constituyen espacios de agresión, aislamiento, destrucción de autoestima, abuso y violencia para sus integrantes, especialmente para las mujeres, niños y adultos mayores, es decir, para los mas indefensos. De manera que, ni pareja ni familia, son los remansos de paz que la publicidad comercial y también la oficial nos ofrecen en los medios cada 14 de febrero o cada primer domingo de marzo. En ambos espacios, la mujer parece ser la gran perdedora en lo que se refiere a los diversos tipos de violencia, salvo en lo relativo a la de tipo sicológico. Y esto es y seguirá siendo así, pues como dice Wright Mills “mientras que la familia como institución convierta a las mujeres en esclavas queridas y a los hombres en sus jefes proveedores y sus dependientes aún no destetados, el problema de un matrimonio satisfactorio no puede tener una solución puramente privada”(3).

Por eso resulta sorprendente la existencia de una pandilla de mujeres. ¿Por qué? Pues para empezar porque la pandilla es una expresión de la característica territorialidad de los hombres, en la que se defiende palmo a palmo el territorio y lo que forma parte de él (incluidas las mujeres). Es decir, la pandilla es una forma de organización típicamente masculina, diseñada para que los hombres defiendan un territorio que siempre estará amenazado por otros hombres. Los integrantes de las pandillas serán normalmente jóvenes, hijos de familias disfuncionales, desempleados y expulsados de la vida escolar, es decir exiliados del hogar, de la vida académica y rechazados en el mundo laboral…pero varones. Así, la pandilla parece ser una extensión más del imperio de la testosterona, del mundo de los hombres, un mundo en el que, ciertamente, las mujeres tienen su espacio pero como amantes, como depositarias del honor del barrio o como trofeos que deberán ser arrancados a las bandas rivales.

Y sin embargo, la ciudad de México es la sede de una pandilla femenina, única en su tipo según los especialistas citados por la revista que presenta un reportaje en el que nos anuncia su existencia(4).


De acuerdo con la nota, la pandilla se hace llamar Porra Femenil Vallejo (PFV) y uno de los rasgos que las perfila es el hecho de que dejaron de ser “las viejas de la banda y para la banda”. Constituyen una especie de “club de Tobi” pero a la inversa, o sea, un club femenil en el que no se admiten hombres, un club excluyente, “solo para mujeres”. Lo constituyen alrededor de 60 chavas de entre 15 y 21 años, integradas en esta pandilla que ya tiene 12 años, por lo que mas de una generación ha pasado por sus filas. También es interesante el hecho de que mencionan un vínculo (obviamente no formal) con la UNAM pues, al menos algunas de ellas, están inscritas en el Centro de Ciencias y Humanidades CCH Vallejo, por lo que son consideradas algo así como “porras”, es decir, expresión del viejo fenómeno del porrismo que desde los 60’s afecta a nuestras universidades públicas, solo que en el caso de la PFV es la versión femenil.

Mas allá de la veracidad del reportaje, éste sugiere que hay una realidad que no ha sido estudiada, un espacio social en el que las mujeres transgreden el rol que el actual orden social les asigna, aún cuando dicha transgresión termine refuncionalizando, sin transformar, ese orden patriarcal que caracteriza a la sociedad mexicana. Un espacio donde es preciso ver con ojos diferentes tanto lo masculino como lo femenino.
Como quiera, no deja de ser un seductor objeto de estudio este club de las mujeres.

Referencias
(1) http://www.jornada.unam.mx/2009/02/13/index.php?section=sociedad&article=038n1soc
(2) La Familia no es como la pintan, Reyes, Mario. Suplemento Letra S, La Jornada. 2009-01-08.
(3) Wright Mills, C. La imaginación sociológica. Fondo de Cultura Económica, México. 1997. 2ª Ed. pp. 29-30.
(4) El club de las mujeres. Rosagel, Shaila. Revista 7 Días Nº 441, 7 de febrero de 2009.