lunes, 2 de junio de 2008

Somos campeones, estamos de fiesta






Finalmente la final llegó y la ganamos. ¿La “ganamos”, Kimosabi?.
Curioso fenómeno ofrece el futbol. A partir de ayer somos ganadores todos los laguneros y aún aquellos que, sin ser laguneros, le iban al Santos.

Pero ¿quienes somos esos “ganadores”, esos que, tan solo por ser “santistas” desde ayer nos sentimos campeones?

Somos los mismos que perdimos las últimas elecciones presidenciales, y aquí conviene precisar que no solo perdimos las elecciones los que votamos por una opción diferente a la panista, también perdieron las elecciones los que votaron por Calderón, porque ellos fueron los que primero perdieron la fe, la confianza en las elecciones como un ejercicio de libertad democrática. Son los primeros que las sabotearon. Se asustaron y asustaron a la ciudadanía. Por eso, ellos y nosotros somos perdedores.

Pero también somos los mismos que perdimos la confianza en una institución que nos costó muchísimo construir, como es el Instituto Federal Electoral, los que perdimos la incipiente confianza en la Suprema Corte de Justicia como un valladar contra los excesos del Poder Ejecutivo, los mismos que estamos perdiendo la confianza en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos después de ver como sus desatinos son enmendados por organismos internacionales como Amnistía Internacional.



Somos los mismos que vamos perdiendo la guerra contra el narco, aunque los gobernantes digan que “sienten” que vamos ganando. Somos los mismos que vamos perdiendo la carrera contra los precios de los alimentos, los mismos que vamos perdiendo la posibilidad de encontrar trabajo para jefes de familia, los mismos que, en el campo, vamos perdiendo la posibilidad de sobrevivir como campesinos, los mismos que…

Por todo eso, era importante, muy importante ganar el campeonato. Sentirnos campeones aunque no hayamos jugado ni un segundo. Para eso se inventó el concepto del “jugador número 12”. Desde las tribunas, desde casa, desde el bar estábamos “jugando”. Hicimos lo que nos tocaba, angustiarnos, rezar, gritar, bailar, cantar, alegrarnos, enojarnos, insultar, mirar. Exactamente lo mismo que hacemos con la vida pública, con la política, con la vida en sociedad. Otros son los que juegan, nosotros solo aplaudimos o nos quejamos. Otros son los que deciden sobre lo que es de todos (lo público), nosotros solo miramos…y pagamos las consecuencias de sus decisiones. Así pasó con el Fobaproa y pretenden que así pase con los intentos de privatizar el petróleo.


Pero hoy nada de eso importa. Hoy somos “ganadores”, hoy somos “campeones”. Hoy ganamos. ¿Pero que ganamos?
Ganamos el derecho a tomar las calles, que es un derecho que solo existe cuando se ejerce.
Ganamos el derecho a ser felices (o al menos a sentirnos eufóricos), aunque sea solo por un día.
Ganamos la ilusión de sentirnos iguales, ilusión expresada en la convivencia, en el mismo desfile, entre una Ford Lobo y un carromato tirado por dos famélicos asnos, pero eso sí, ambos vehículos cargados de jóvenes vestidos de albiverdes. O en el hecho de que la alegría del momento es compartida por el gobernador lo mismo que por el jornalero, lo mismo por el presidente municipal que por el campesino.



Ganamos la ilusión de sentirnos libres, como el joven que semidesnudo bailaba y se bañaba en medio de la calle División del Norte, acá por mi barrio, o la joven que generosa, desde una camioneta levantaba de vez en vez, su albiverde playera para mostrar sus senos mientras incitaba a gritar ¡Santos¡, ¡Santos¡. Por lo menos la policía de Gomez Palacio reporta que de la treintena de detenidos que hizo, una parte importante fue por “exhibicionismo”.

Así que, no es poco lo que ganamos pero es efímero y tiene mucho de artificial.
Es mas, mucho mas lo que tenemos como reto para ser auténticos ganadores.

Pero hoy estamos de fiesta. Hoy como dice Serrat:

Hoy el noble y el villano,
el prohombre y el gusano

bailan y se dan la mano

sin importarles la facha

Juntos los encuentra el sol

a la sombra de un farol

empapados en alcohol

magreando a una muchacha.



Mañana será otro día. Mañana, podremos decir, apoyándonos también en Serrat:

Y con la resaca a cuestas

vuelve el pobre a su pobreza,
vuelve el rico a su riqueza

y el señor cura a sus misas.

Se acabó,

que el sol nos dice que llegó el final.

Por una noche se olvidó

que cada uno es cada cual.

Vamos

bajando la cuesta

que arriba en mi calle

se acabó la fiesta.

1 comentario:

rita rojo dijo...

¡Qué extraño formato de Blog para estos comentarios!Y tú a qué le vienes con "Alicia"?