miércoles, 23 de septiembre de 2009

¡Avandarooooo¡


¿Pero es que los jóvenes no entienden? ¿Acaso los estudiantes no comprenden que en esta sociedad está prohibido crecer?

Era 1971 y estaba fresca en la memoria la represión del ’68 y en el mismo 1971, apenas unos meses antes, el meritito jueves de corpus, un grupo de matones que se hacían llamar los “halcones” (patrocinados y entrenados por el gobierno) masacraba otra manifestación estudiantil. La represión aniquiló la estructura organizativa de masas que se había construido por los estudiantes, pero no acabó con el ánimo rebelde, por lo menos no del todo. Del Comité Nacional de Huelga se desprendieron varios proyectos políticos. Por un lado, gentes como Porfirio Muñoz Ledo consideraron que con las movilizaciones nada se lograba, que ahora había que intentar los cambios “desde adentro” y entonces él, y quienes pensaban como él, se afiliaron al PRI. Los mas radicales se convencieron de que el Estado mexicano había cerrado, definitivamente, las opciones pacíficas de lucha y se lanzaron a la guerrilla, tanto rural como urbana. Otros mas, se mantuvieron en la idea de que era posible transformar este país si se organizaba a las grandes masas de desposeídos que poblaban el campo y las ciudades mexicanas y así, se lanzaron a la aventura de la organización de grupos campesinos, sindicales, estudiantiles y populares.

Sin embargo, a nivel de masas muy pocos estudiantes se integraron en las opciones mencionadas. Entre el estudiantado promedio se desarrolló una opción mas bien hedonista, una actitud propia de quienes no creen en el futuro o de quienes desprecian el futuro que la sociedad mexicana les ofrecía en ese entonces. El ¡aquí y ahora¡ se volvió la divisa de quienes se alejaron de cualquier tipo de militancia. La música, específicamente el rocanrol, la experimentación con drogas y el desenfreno sexual se convirtieron en el refugio de quienes, desesperanzados, buscaron en la marginalidad el espacio que las “buenas conciencias” les negaban. Por cierto, cualquier parecido con la situación actual, no es mera coincidencia.

Era 1971, los “hoyos fonqui” se convertían en las trincheras desde las que los jóvenes se defendían de un proyecto en el que no cabían, salvo como sujetos de consumo. Eran también la expresión de que México estaba cambiando; sin dejar de ser rural se creaba una poderosa clase media urbana que reclamaba sus propios espacios que, para variar, les fueron negados. Locales destartalados, bodegas abandonadas y sin las condiciones sanitarias mínimas se convertían en los lugares propicios para interpretar y escuchar el rocanrol más lúdico, mas creativo, mas original. Esos eran los “hoyos fonqui”, lugares casi clandestinos donde se leía y comentaba a Camus, Sartre y Simone de Beauvoir mientras se escuchaba el Rock de grupos mexicanos como Peace and Love, Love Army, Bandido, La Tribu, Tinta Blanca, Los Spiders, Dug Dug's, Javier Bátiz.

Pero en Septiembre de ese mismo año, se convocó al Festival de Rock y Ruedas a realizarse en Avándaro, en Valle de Bravo, Estado de México. La idea era realizar una competencia automovilística entre ciento doce autos inscritos y luego escuchar rock. Y cuando empezó el rock, todo cambió. Cuarenta mil, sesenta mil o, según
algunos, hasta cien mil jóvenes se congregaron ese 11 de Septiembre para escuchar a los grupos que antes solo existían en los “hoyos fonqui”. Todo iba bien, hasta Telesistema (antepasado de Televisa) grababa documental, mientras algunas radiodifusoras transmitían en vivo, hasta que tocó el turno a Peace and Love que le hizo una pequeña modificación a una de las consignas centrales del movimiento del ’68 para gritar “¡Queremos el poder y …Mary-mariguana”. Fin de la transmisión por radio, pero el Festival continuó. Tan caótico y desorganizado como el de Woodstock, tan desenfrenado que aun mojados, bajo la lluvia, los jóvenes siguieron cantando, amando, alucinando. Por eso la pregunta: ¿Pero es que los jóvenes no entienden?

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