martes, 1 de septiembre de 2009

Los sentimientos o emociones y Descartes



Cuando René Descartes escribió que res cogitans y res extensa (mente y cuerpo, respectivamente) son las dos cosas que componen al ser humano, afianzó la tendencia, ya existente, a concebir las cosas de manera separada. Como si ambos, mente y cuerpo, pudieran imaginarse de manera aislada, como si el cuerpo pudiera ser uno y la mente otra. Esta visión cartesiana, de pensar las cosas como universos en si mismos (sin relación entre ellos) y no como partes integrantes de un mismo universo, ha permeado la forma de pensar la realidad hasta nuestros días. Así, de manera dicotómica (que no dialéctica) abordamos los fenómenos sociales (y los no sociales también) como si fueran constituidos solamente por dos aspectos mutuamente excluyentes. Lo social y lo individual, lo micro y lo macro, masculino y femenino, urbano y rural, burguesía y proletariado, etc., son, todas ellas, expresiones mutiladoras de una realidad que no existe en pedazos separados, en piezas que pueden explicarse por sí, y solo por sí mismos. Es como querer explicar el texto sin el contexto, como querer entender una trama teatral atendiendo solo a los actores pero ignorando el escenario, o como pretender explicar los fenómenos sociales como si estos no fueran producto (y productores) de su espacio-tiempo. Y así, a la hora de hacer investigación en ciencias sociales, pues alegremente
escogemos cualquiera de los dos polos como si el otro no existiera.

Igual nos sucede con esas situaciones tan extrañas (a pesar de su cotidiana cercanía) llamados sentimientos. Y son situaciones extrañas, precisamente porque pretendemos abordarlas desde la perspectiva racional, desde esa óptica despedazadora, analítica que nos legó Descartes. Así, la tristeza ¿puede explicarse por la tristeza misma?
¿Puede alguien tomar su tristeza y desmenuzarla en pedacitos que “faciliten” su comprensión? ¿Puede alguien enamorado tomar una muestra de su amor y someterla a reactivos de laboratorio para determinar que tipo de amor “padece”? El mismo Sigmund Freud hizo algo parecido cuando se puso a estudiar los sueños, ¿cómo lo hizo? Pues desmenuzándolos, despedazándolos, analizándolos, por eso su método se llama Psicoanálisis. ¿Realmente será posible eso? Lo pregunto porque los sueños son precisamente una forma de recrear la realidad donde, por ejemplo, el tiempo es uno, es decir, en sueños podemos recrear situaciones que ya pasaron, mezcladas con situaciones o personajes que suponemos forman parte del futuro y, todo ello, visto como si estuviera pasando en el momento mismo en que estamos soñando. En otras palabras, lo que no podemos hacer conscientemente, que es mezclar los tres tiempos (pasado, presente y futuro) en uno solo, en los sueños lo hacemos con la mayor tranquilidad posible.

Es, quizá, a lo que se refiere Fernández Christlieb cuando propone que en lugar de pensar en la idea de “análisis” pensemos mejor en la idea de “solución”, es decir que en lugar de separar o despedazar los fenómenos, los pensamos de manera integrada, en su contexto, en su tiempo. Dice él que en lugar de distinguir primero hay que “indistinguir” y lo ejemplifica de la manera siguiente: “El problema es que cuando alguien está triste, sentimiento psicológico, probablemente se mejore con una buena taza de café, para sentimiento corporal; del mismo modo que si está contento se le quita con una noche sin dormir. El sentimiento de culpa moral se desvanece con un par de buenas justificaciones cognoscitivas; es decir, los sentimientos poéticos y los prosaicos son los mismos; lo vivencial es corporal y moral y cognoscitivo e intuitivo también.”*



* Fernández Christlieb,Pablo. La afectividad colectiva. Ed. Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A. de C.V., 1999. Mex. P. 24

1 comentario:

Ana Tapadas dijo...

É isso meu amigo: o lugar dos sonhos é um sítio sábio!
Bem conseguida, esta tua análise, na realidade tudo faz parte do tudo, como bem referiu Anaxágoras...
E...hoje recomecei a trabalhar. Avizinham-se eleições e dias difíceis.
Saudades,
Ana